lunes, 6 de agosto de 2012

5 DE AGOSTO


          Aquel patio de convento tenía su leyenda negra. Cuentan, los más ancianos del lugar, que si un varón pasaba, allí, la noche que da paso al 5 de agosto, moría antes de alumbrar el día. Esta maldición arrancaba hacía muchos siglos, y era fruto de la relación amorosa entre dos mujeres. Por un lado, una señora de la alta burguesía criolla, y, por el otro, su confesora, una monja del mencionado convento.



          Acosada por su marido, la aristócrata se niega a dar el nombre de su amante. Tras ser repudiada, es quemada en la plaza Mayor de la ciudad. De igual forma, ese mismo día 5 de agosto, fallece, dicen que de pena, su amor secreto.


          
          Para expiar su culpa, el noble, paga la restauración del viejo patio del convento, mandando colocar una cruz en un extremo del mismo. Las obras acaban, justo un año después; queriendo ver el resultado de las mismas, el, ahora, viudo, entra de noche al recinto, resbalando con el agua sobrante de llenar la pileta, y desnucándose con un viejo capitel.



          Desde ese momento, todos los 5 de agosto, si un hombre pernoctaba en aquel sitio, moría antes de salir el sol.


          El convento fue abandonándose poco a poco. Bastante tiempo se llevó cerrado, hasta que se rehabilitó, convirtiéndose en museo eclesiásticos. De esta manera, el año que se abrió al público, un 5 de agosto, un operario de la limpieza aparece ahogado en la pila; al año siguiente, ese mismo día, el vigilante de seguridad fallece, se cree que por accidente, al dispararse su pistola.

            Una conocida periodista, de sucesos paranormales, decide ser la primera mujer que pase la aciaga fecha, en aquel patio. Provista de sofisticados aparatos para la medición de sonidos, y lo último en captación fotográfica, se adentra en la noche sin que ocurra nada extraño.

           El sueño la vence, yendo el cigarro, que estaba fumando, hasta unas hojas secas caidas en el suelo. Rápidamente, las llamas se propagan a la pared que hay tras la piscina.


          El humo la despierta, y corre, con una botella de agua que trajo para beber, a sofocar el fuego.  La vacía, y mientras la vuelve a llenar en el aljibe, se percata que hay una figura sentada en el borde del mismo.

           Se trata de una mujer vestida de blanco que la mira. Acostumbrada a ver apariciones, aquel ser dista mucho de parecer un espectro. Su bello rostro irradia una paz que hace que olvide el peligro que la rodea, y permanece observándola durante un buen rato.

           Las dos se aproximan, y entrelazan sus manos.
 




          Durante toda la mañana, las brigadas se afanan en apagar el voraz incendio, que termina por reducir, el antiguo edificio, a cenizas; los peritos policiales no encuentran ni rastro de la reportera.



  
          Sobre aquel funesto lugar, se edificó un parque, y juran los que han dormido en él, un 5 de agosto, que de madrugada se oye la quebrada voz de Chavela Vargas recitando:


«Después el amanecer
que de mis brazos te lleva,
y yo sin saber que hacer
de aquel olor a mujer,
a mango, y a caña nueva,
con que me llevaste al son
caliente de aquel danzón
»


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