domingo, 24 de marzo de 2013

EL VIEJO RINCÓN DE LA CONCIENCIA


  



      A lo lejos, en el mosaico de huertos, un labriego termina de preparar la tierra para la siembra. Su única compañía, un par de gatos que no cesan de jugar con las pequeñas manzanas que encuentran en el suelo.




      

      Una figura senil entra en el laberinto de plantaciones, y se dirige a un extremo del parque; limpia un decrépito banco de piedra, y toma asiento. Rebusca en su bolsillo algo que quiere ver a solas: un puñado de desgastadas fotos; las ojea, lo mejor que le permite su maltrecha vista. De vez en cuando, pierde la mirada en el horizonte, y la vuelve a fijar en una de las fotografías; con gesto preocupado, no deja de pasarse la mano por la cara. Todo el rato lo dedica a ese ritual.


      

      La escena se viene repitiendo durante varios días, lo que ha despertado la curiosidad del labrador. «Pobre hombre, algo le debe ocurrir.», piensa, a la vez que va aligerando las ramas bajas de los pocos frutales que tiene, y que le impiden el trabajo con la azada. 

 



         Una tarde, el abuelo, molesto por el frío viento del norte, apenas puede concentrarse en las imágenes. Sus huesos le convencen para volver antes a casa.

      
      Se incorpora, más rápido que de costumbre, con tan mala suerte que una de las fotos cae de su mano antes de alcanzar la protección del bolsillo. El viento se apodera de ella, y la revolotea por el cielo.

      El viejo, ajeno a lo sucedido, abandona el lugar.



      






      Sobre las primeras flores de la primavera descansa la imagen, en un corroído blanco y negro, de un hombre sentado en aquel solitario banco. Al dorso de la misma, unas palabras, con exquisita caligrafía, componen un adiós.



      
     «Me queda poco tiempo; pronto me llevarán al paredón. Te dejo esta imagen, y  estas líneas para que te sirvan de ayuda. Me apena no poder compartir tu vida pero, al  menos, me voy con la esperanza de saber que te acordarás de mí, y de lo que aquí escribo.

        Cuando te atrape un problema, elije un lugar tranquilo, donde solo se oiga la voz de tu conciencia, y habla con ella; de esa reflexión saldrá la solución que necesitas. No temas, solo tienes que usar la máxima que ha regido mi existencia, y que no es otra que ponerse en el lugar del prójimo antes de hacer algo; tú eres la otra persona, no lo olvides.

       No quería dejar este mundo, sin pedirte que nunca abandones a tus seres queridos, ni a tus convicciones, sean cuales sean; se fiel a ti mismo. Lucha con la palabra, y da ejemplo con los actos.

      Ojalá pudiese describirte un beso, para que lo sintieras en la mejilla.

      Tu padre, que te quiere, y te querrá siempre.


Sevilla, a 19 de Julio de 1936.» 
      





      La gélida noche dio paso a una despejada mañana, y como tantas otras, el anciano acudió a su apartado rincón. Mientras se iba acercando a él, no dejaba de mirar en los alrededores del sendero. La fotografía que buscaba era aquella que tanto le venía preocupando días atrás; ahora, su ausencia le había mantenido desvelado toda la noche. De no ser por su avanzada edad y sus múltiples achaques, habría vuelto e intentado hallarla, hasta el amanecer si hubiese sido necesario, en aquel paraje.







      Tras un buen rato, y cuando había desechado toda esperanza de encontrarla, la vio donde menos lo suponía, sobre el pétreo banco.



      
       «¡Estabas aquí!», se dijo. «Creí haberte perdido para siempre. Gracias a Dios que esta manzanita evitó que el aire te llevase. Qué extraño, si en este sitio no hay ningún manzano, …en fin.» Lentamente, cansado por todo lo sucedido, se sienta a compartir la foto con su conciencia; el hecho de volver a tener la imagen de su padre en la mano, le hace pensar que su malestar remitiría pronto.


      
      A lo lejos, en el mosaico de huertos, un labriego termina de preparar la tierra para la siembra. Su única compañía, un par de gatos que no cesan de jugar con las pequeñas manzanas que encuentran en el suelo.



      


12 comentarios:

  1. Cual manzana dulce... es tu relato... Deja un sabor en el paladar del alma... inolvidable.

    Pellizco que me arrancas...duele pero a la vez, me hace sentir "viva".

    UN ABRAZO DESDE MI ALMA A LA TUYA.

    Rosa Macías

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  2. Rosa, un placer leer tu comentario.

    Escribiendo tan bien, ¿no te has propuesto publicar relatos? Lo podías intercalar con los artículos que incluyes en tu blog.

    Lo dicho, leerte me anima a seguir subiendo historias. Espero continuar "pellízcándote" el alma.

    Un beso.

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    1. Qué bien hecho! le dijo el maestro a la alumna. Buen ejemplo tengo, contestó ella.

      Siempre me arrancas pellízquitos de un modo u otro, así siento que sé, sentir...!

      Gracias por ello y por esta nubecita que nos regalas donde poder cobijarnos y al venir hacia ella... volar!

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  3. Que sitio tan tan bello y más tus palabras.
    Te sigo en google.
    Besos.

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  4. Gracias por el seguimiento, y por tu comentario. Me agrada que te haya gustado el blog. Espero seguir contando con tu compañía.
    Otro beso para ti.

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  5. Precioso Antonio...muy bello relato..y con unas exquisitas fotografias.

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    1. Muchas gracias, Montse. No tengo palabras para agradecer tu seguimiento del blog. Gracias, de corazón.

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  6. Guau, es bonito, sí, pero... demasiado melancólico... será la primavera? (Sigue así, en evolución). Buen día.

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    1. Gracias por la visita, y el comentario. Que pases, tú también, un buen día.

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  7. Jose María, te agradezco la visita al blog, y tu comentario. Acabo de visitar tu blog, y te he dejado un mensaje. Espero que sigamos en contacto. Un abrazo.

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  8. Respuestas
    1. Gracias por seguirme. Espero seguir subiendo historias que te agraden. Un abrazo.

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