viernes, 30 de noviembre de 2012

EL BESO DE LAS FLORES




                 –¿Cómo? –dijo Rosa, la maestra de Lengua y Literatura, mientras recogía amapolas del patio. Verónica, que impartía Religión, las iba agrupando en un ramillete, y sintió lo mismo; alguien les había besado las mejillas. Las dos se miraron, y volvieron la vista esperando encontrar al descarado a sus espaldas, pero no había nadie, salvo sus pequeñas alumnas que, en fila, aguardaban para entrar en la capilla.



 
A través de aquel coqueto jardín, se accedía a la iglesia del colegio de niñas. Como cada mañana, cuando el reloj marcaba las doce, se reunían todas para el rezo del ángelus.




 


      El pudor quiso que, en ese momento, se soslayara el enigmático suceso.







      Tiempo después, Violeta, que daba Sociales, observó como un clavel «pedía a gritos» ser cortado. En el instante de tenerlo entre las manos, unos labios rozaron su cara. Se estremeció, y tras hacerse con otro, se volvió a repetir el beso; desapareció con una docena de claveles, y una sonrisa difícil de ocultar.







Al cabo de una semana, sobre la mesa de las docentes, reposaban pequeños jarrones repletos de flores; las aburridas y grises lecciones se tornaron alegres e imaginativas. Algunas recorrían los pasillos cantando, silbando, o simplemente sonriendo. Comenzaron a lucir una flor en el pelo, a vestir de vivos colores, y con un aire juvenil que provocaba la envidia de sus pupilas, obligadas a llevar un triste uniforme escolar.


 


  
Doña Frígida, la directora, puritana y severa, no veía con buenos ojos aquella situación, y, reuniéndolas a todas, recordó el estricto reglamento: nada de cantos, salvo los litúrgicos; nada de adornos florales en el pelo; nada de vestimentas indecentes, ni llamativas; nada de nada.





 
      La prohibición duró poco. Hortensia, la que enseñaba Manualidades, alegando procurar material para sus clases, recogía jazmines cada tarde; lo mismo sucedía con Azucena, la de Ciencias Naturales, que decía necesitar gerberas, y algo parecido alegó Verónica, que preparaba al grupo que iba a realizar la Primera Comunión, para obtener calas.






Poco a poco, la situación volvió a ser preocupante para la dirección del colegio.




      Además, se supo que había furtivos besos entre aquellas flores, por lo que Doña Frígida se propuso dar con los causantes de dicho escándalo; se negaba a pensar que aquello fuese obra de algún espíritu travieso.








Durante las clases, la directora recorría los pasillos a la caza de los desvergonzados, y se parapetaba tras las esquinas al oír pisadas, dando no pocos susto al viejo jardinero.






       Cansada de obtener nulos resultados, Doña Frígida ordenó acotar el patio, dejando libre el pasillo de la capilla; aún así, los ramitos seguían apareciendo en las aulas.
 




            El día que sorprendió a las más joven y rebelde de las profesoras, Margarita, la profe de Inglés, cortando unos narcisos, perdió los papeles, la reprendió con dureza hasta hacerla llorar, y tomó la decisión de acabar de una vez, y por todas, con aquel problema.




         Encolerizada, fue arrancando las plantas en flor.

      –¡Ayúdeme, no se quedé ahí plantado! –gritó al atónito jardinero. Entre los dos, llenaron enormes bolsas negras, y las hicieron desaparecer.





Al acabar la jornada, todas las maestras volvieron a casa con el corazón marchito.







        A la mañana siguiente, la vida volvía a ser como antes. En silencio, y con semblantes de haber pasado una mala noche, las profesoras esperaron la llegada de la directora para hacer entrar a las niñas en sus respectivas clases; la directora no acudió al colegio.




 
      La tarde anterior, Doña Frígida comenzó a sentirse mal. Nada más abandonar el edificio, un calor le subió por la garganta, provocándole una repentina asfixia; había olvidado que era alérgica al polen. Cuentan, que nunca faltaron flores sobre su lápida.




La noticia convulsionó al profesorado, una sensación de malsana justicia sobrevoló el pensamiento de muchas; de todas.





Pasaron algunas jornadas, hasta que el Ministerio decidió quién dirigiría la escuela.


La sustituta vino de otro centro, y lo primero que hizo fue recabar información de lo que había pasado allí; lo segundo, restaurar el malogrado jardín… ¿adivinan como lo hizo Doña Flora?








12 comentarios:

  1. Verónica, que impartía Religión, las iba agrupando en un ramillete, y sintió lo mismo; alguien les había besado las mejillas. Las dos se miraron, y volvieron la vista esperando encontrar al descarado a sus espaldas, pero no había nadie, salvo sus pequeñas alumnas que, en fila, aguardaban para entrar en la capilla.

    ResponderEliminar
  2. ME GUSTÓ MUCHO EL POEMA"EL BESO DE LAS FLORES" DE ANTONIO DURÁN LO FELICITO ES DE UNA SUTILEZA.... PROFUNDA, A MÍ ME REMECIÓ.... GRACIAS

    ResponderEliminar
  3. Gracias, Rosario, por la lectura de mi relato. Espero que sigas en contacto con este blog, y que te continúe gustando lo que encuentras en él.

    ResponderEliminar
  4. Besó la tierra,besó los sueños,y todo volvió a vestirse de color.
    Imaginativo,veloz,y con una claridad y sensibilidad exquisita.
    Esta vez si UN BESO.................Ann

    ResponderEliminar
  5. Escribes como retratas la realidad, con el corazón. Nadie me había sorprendido tanto, en tan poco tiempo, y aunque me tildes de "besucón", no tengo más remedio que responder al tuyo con uno bien grande.

    ResponderEliminar
  6. Muy tierno y divertido. Me gustó esa parte de "sensación de malsana justicia" es una frase genial, quién no la sintió alguna vez? Gracias por regalarnos esta historia Antonio. Te felicito.

    ResponderEliminar
  7. Un placer transmitir esas sensaciones, Marcela. Ojalá siga contando con tus visitas.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  8. que bonita y triste historia al mismo tiempo

    ResponderEliminar
  9. La vida es triste y bonita, ojalá siempre fuera en este orden. Me alegra que te haya gustado, Mari Leo.

    ResponderEliminar
  10. Preciosisimo relato..lleno y hecho con un romamticismo muy sutil...Acabarian con miles de besos, colores y alegrias...Tanto en las aulas como en elrectorado.....
    Como de costumbre...ainsss...muy bello.
    Gracias por compartir tus lindas y bellas locuras Antonio!!...Bicos mil

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te agradezco tus palabras. Me alegra leer las sensaciones que ha despertado este relato en ti.
      Espero seguir contando con tu amistad, y tus visitas al blog.
      Otro millar de besos, de vuelta.

      Eliminar