domingo, 30 de septiembre de 2012

EL TRASTO CON BOTAS




            Nada más llegar al punto de partida, supo que algo no iba bien.

          Amanecía y todos se preparaban para iniciar una larga ruta de senderismo a través de aquellas cumbres, mientras él observaba con recelo su bota derecha; una pequeña fisura daba la cara entre la suela y la puntera.

  
 
          Confiado en que no pasaría a mayores, comenzaron la marcha.




          La primera etapa del recorrido transcurría por verdes prados dónde las espectaculares vistas le hizo olvidar la anomalía en su calzado.




          Se fue tomando altura, hasta entrar en un laberíntico desierto calcáreo.







 









          La rajita se convirtió en una señora raja. Intentó no golpear esa zona, pensando, así, frenar el deterioro. Un clas, clas, clas, le descubrió su error: la bota se había transformado en una "chancla de montaña". No podía creer que, de los tres pares que traía para andar por esos lugares, dos se quedasen en el hotel rural muertos de risa.




           En una de las paradas, alguien le ofreció un cordón muy largo con el que sujetó la parte que bailaba en el aire. Recordó aliviado que, en esta vida, todo tenía solución, salvo una cosa, que en aquel recóndito y traicionero paraje no debía nombrarse.




         Se reanudó la caminata, alternando la mirada en la burda reparación con la del imponente paisaje que le rodeaba; no se percató que la otra, la izquierda, llevaba el mismo destino.







           Al cabo de unas horas, se igualaron las desgracias.


          Cuando se detuvieron de nuevo, nadie ignoraba la patética situación que atravesaba. Uno del grupo buscó en su mochila y le pasó una potente cinta adhesiva; gastó la mitad en envolver las dos botas.




















        Respiró tranquilo comprobando que los obstáculos están puestos para ser superados, que en algún momento desaparecen, y entonces la existencia se vuelve agradable, ...segundo error. 




          Quien haya caminado por suelo calizo, conoce su abrasión. Salvo a las incombustibles cabras y a los esquivos rebecos, todo aquello que roce continuamente con esa superficie, es devorado, y una cinta aislante no iba a ser menos.





          A pocos kilómetros para acabar la travesía, la suela derecha se desprendió completamente. Decidió no volver a molestar al dueño de la cinta reparadora, y, con el cordón prestado y el que traía la bota, procurando, por todos los medios, no terminar pisando sobre su calcetín.




          Andando como buenamente podía, casi arrastrando los pies, consiguió finalizar la marcha entrada la tarde.



          Ya en su alojamiento, guardó aquel amasijo de cuero, cordones y goma en una bolsa, y lo dejó, más bien arrojó con notable saña, en un contenedor de desperdicios.


          Cuanta razón tenía el pobre Antonio Machado, cuando escribió que en nuestro devenir “no hay camino, se hace camino al andar”, aunque a veces se vaya más atento al calzado que al trayecto.
  
                                                                  Cualquier parecido con la realidad,
                                                                                                                                              NO es pura coincidencia.


2 comentarios:

  1. Súper divertido, bien contado y entretenido, tus relatos se hacen cortos

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    1. Gracias por tu comentario. No eres la primera persona que me dice que se hace corto, no se... quizás con el tiempo, y la experiencia me atreva con algo más largo. ¡Igual despues me dicen "qué tostón, por que no lo has acortado! Jejeje! Un beso.

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