miércoles, 14 de marzo de 2012

LUSA







   Me la tuve que traer; el estado de Lusa y la permanencia de Nerón lo exigían.







   Lusa y Nerón son nuestros perros. Lusa es viejecita y está con la regla; suma un montón de años y sigue teniéndola. Mi padre, que también acumula muchas primaveras, no es la persona indicada para controlar la parte final de este ciclo: el celo.


   Aparte está Nerón. Nerón tuvo que irse a vivir con ellos ante la imposibilidad de acostumbrase a mis ausencias. Cuando me iba a clase, al trabajo o a comprar, se ponía a aullar, haciendo imposible la vida a los vecinos; el animal sufría quedándose sólo.




   Tres semanas lleva Lusa siendo la reina de mi hogar. Además de vieja es cabezona. Oye lo que le interesa, ve lo que quiere y hace lo que se le pasa por la cabeza. ¿Reñirla? Para qué. La increpas y, levantando el hocico, te lanza esa mirada que sólo los ancianos saben poner, y que vale para todo, esa que viene a ser: “vale, vale…¿qué dices?”





   Un ejemplo es la costumbre de subirse al sofá. Bastante tengo con limpiar a cada momento por donde pasa, para tener que poner lavadoras todos los días. Para evitar esto coloqué en uno de los dos sofás un tendedero de ropa y en el otro una silla plegable. Pues, medio paralítica que está, consigue subirse. No sé como lo hace, sin apenas sitio para apoyarse y teniendo que lidiar con los obstáculos, termina saliéndose con la suya nada más ausentarme.


   Ya está acabando este periodo. Ahora viene lo peor.


  



    La saco varias veces al día. No aguanta los largos paseos ni las cuatro plantas, sin ascensor, que separan mi piso de la calle. Sólo corre cuando ve a un perro, hacia él, claro. Ahora sus paseos son una continua lucha; ella hacia los perros y estos acudiendo a su olor; me cogerá manía por no dejarla ligar.




   Volverá con mi padre y con Nerón, después de haber pasado unas maravillosas vacaciones. Yo la veré a menudo y ella me seguirá poniendo esa mirada que sólo los ancianos saben poner.


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